La Copa del Mundo de 1930 provocó un punto de inflexión en la historia del fútbol. Uruguay fue sede de un fenómeno global totalmente innovador para la época que permitió a selecciones de distintos continentes verse las caras por primera vez en un torneo oficial. Aquel histórico certamen, conquistado por el combinado anfitrión, sentó las bases del que, hoy en día, es uno de los eventos más populares de todo el planeta.
El rotundo éxito de este torneo motivó a la FIFA a organizar una segunda edición cuatro años después. El organismo rector del fútbol mundial estableció que la Italia de Benito Mussolini sería el escenario donde se desarrollaría el futuro campeonato. Sin embargo, el mismo debió afrontar un importante inconveniente. Uruguay, vigente campeona, se negó a defender su título en el país de la bota.
Para entender semejante decisión, debemos remontarnos al 26 de mayo de 1928. Aquel día, en medio de la celebrabación de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, la FIFA llevó a cabo un Congreso para decidir el nacimiento de la Copa del Mundo. Desde 1906, la organización había planteado la idea de realizar un evento de selecciones a nivel internacional, pero nunca se había llegado a concretar. Ahora, mientras el período entreguerras acrecentaba las tensiones a nivel global, un nuevo torneo de fútbol asomaba en el horizonte.
El principal objetivo de este recién nacido certamen era distraer a la población mundial de las terribles consecuencias que había dejado la Primera Guerra. Luego de que la FIFA anunciara la creación de la denominada Copa del Mundo, múltiples países presentaron su candidatura para obrar de organizadores. Se decidió que Uruguay, última campeona olímpica y que celebraba el centenario de su independencia, sería la anfitriona de este evento sin precedentes.
Sin embargo, en Europa no estaban a favor de que el torneo se desarrollara tan lejos. La crisis económica que azotaba al Viejo Continente le impedía a la mayoría de los países de la región costear un viaje tan largo. Según cuenta el investigador uruguayo, Pierre Arrighi, esto produjo que Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA, propusiera cambiar la sede. Finalmente, se volvió a mostrar a favor de que se desarrollara en Uruguay luego de que Francia anunciara su participación.
Rumania y la extinta Yugoslavia también acabaron por acudir. Sin embargo, Italia se negó a participar del torneo dado que pretendía llevarlo a cabo en su territorio. Dicha decisión responde a la pregunta del título de este artículo. Puesto que el país de la bota decidió no concurrir a la cita, Uruguay le pagaría con la misma moneda cuatro años después. Esta fue la primera y, hasta ahora, última vez que el entonces campeón mundial se negara a defender su corona.
Aquel Mundial de 1934 es recordado como uno de los más controvertidos en la historia del torneo. No tanto por lo acontecido dentro de los terrenos de juego, sino por la dura situación que atravesaba Italia. La nación del Mediterráneo fue cuna del fascismo, difundido en Europa tras la Primera Guerra Mundial. Desde 1922, el país vivía bajo un régimen dictatorial liderado por Benito Mussolini. Este último, a quien no le gustaba el fútbol, decidió utilizar a dicho deporte como arma propagandística.
Dado que el mismo se había convertido en un espectáculo de masas, el Duce vio en el Mundial el escenario perfecto para difundir su régimen. Tal fue así que obligó a los jugadores de su selección a ganar el torneo si querían conservar su vida. De allí la famosa frase “Vencer o morir”, proclamada por el mismo Mussolini. Aunque con arbitrajes del todo cuestionables, por suerte Italia logró triunfar, pero quedará escrito por siempre que lo hizo mediante la ausencia del vigente campeón.