La capital italiana, Roma, es, quizá, el mejor lugar al que pudo haber ido el gladiador moderno, Lucas Leiva. La elástica de la Lazio se ha convertido en una armadura que, como siempre, defiende a capa y espada. El brasileño se ha alzado victorioso ante los ojos del Coliseo, luchando con sagacidad y valentía desde el silencio del mediocampo.
Sigilo en la lucha
En la antigua Roma, ser un gladiador era encontrarse en una posición tensa. Dejando de lado connotaciones éticas y políticas, ser un gladiador tenía implicaciones paradójicas. Ser menospreciado y ser el responsable del mayor entretenimiento de la época, eran realidades que convivían en una misma persona. Su labor no era del todo valorada, aunque luego, en cada juego —lucha—, los espectadores se divertían en cada acción.
Así le pasó a Lucas desde su llegada a Liverpool. Leiva fue el gladiador de un equipo y tres técnicos distintos. Lo trajo Benítez desde suelos gauchos, Dalglish y Rodgers lo mantuvieron. Su llegada emocionó, pero el paso del tiempo fue borrando su figura, haciéndola invisible. Cuando las lesiones lo respetaban, Leiva jugaba y, por supuesto, cumplía. Sin embargo, propios y extraños que disfrutaban del espectáculo red fijaban sus ojos en espadas más brillantes. La pechera del gladiador brasileño no era reconocida en su infinita importancia.
Todos sus entrenadores comprendieron el gran valor táctico que brindaba. En sus diez años en Merseyside, Leiva fue llamado a comandar el mediocampo de tres técnicos distintos en cada combate de cada guerra. De hecho, con el arribo de Klopp, se mantiene como importante, aunque en el segundo año pierde protagonismo. El ‘heavy metal’ de Jürgen sintió no necesitar del pivote brasileño. No obstante, hasta hoy vemos lo difícil que ha sido reemplazarle. Muchos nombres y millones después, parece que, al fin, Liverpool ha encontrado quién cargue la responsabilidad que dejó Leiva.
Cambiar el escenario
Al ver su protagonismo opacado, el gladiador tuvo que cambiar de escenario. Y, con escenario nuevo y armadura renovada, su vigor volvió a brillar. Aunque esta vez con un matiz distinto. Esta vez, su vigor brilló tanto que empezó a ser reconocido, empezó a atraer miradas. No las mismas que una reluciente espada o un férreo escudo, pero más miradas que las que alguna vez recibió en Anfield.
La afición lazial empezó a reconocer su importancia dentro de los de Inzaghi. A su vez, el italiano lo volvió clave dentro de su esquema de juego. La valentía, capacidad y habilidad del brasileño le permitió a Simone sustentar su equilibrio en él. A partir de Lucas se puede entender la estructura y la propuesta de la Lazio. Ahora, con el reconocimiento conseguido, el gladiador administra con sapiencia su prestigio. Y, presto para ir al combate y defender sus colores, encarna el resurgir de un guerrero en tierras de gladiadores.